-Yo también lo siento -dijo Lupin-. Siento no poder conocerle... Pero él sabrá por qué mor´ı y espero que lo entenderá. Intentaba que el mundo fuera uno en el que podr´ıa vivir una vida mejor.
Una fr´ıa brisa que parec´ıa emanar del corazón del bosque llevó el aire hasta la frente de Harry. Supo que no le dir´ıan que continuara, que tendr´ıa que ser su decisión.
-¿Os quedaréis conmigo?
-Hasta el final de todo -dijo James.
CAPÍTULO 34. EL BOSQUE DE NUEVO
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-¿No podrán veros? -preguntó Harry.
-Somos parte de ti -dijo Sirius-, invisibles a cualquier otro.
Harry miró a su madre.
-Quédate cerca de m´ı -dijo suavemente.
Y empezó a moverse. El fr´ıo de los dementores no le amedrentó; pasó a través de él junto con sus compa˜neros, que actuaron como Patronus para él, y juntos marcharon a través de los viejos árboles que crec´ıan apretadamente, sus ramas se enredaban, sus ra´ıces se retorc´ıan y enroscaban bajo sus pies. Harry sujetó fuertemente la Capa a su alrededor mientras avanzaban en la oscuridad, viajando a lo más profundo del bosque, sin saber en realidad dónde estaba exactamente Voldemort, pero seguro de que le encontrar´ıa. A su lado, sin hacer apenas un ruido, caminaban James, Sirius, Lupin y Lily, y su presencia le daba coraje, y era lo que le permit´ıa seguir poniendo un pie enfrente del otro.
Notaba su cuerpo y su mente extra˜namente desconectados, con las costillas trabajando sin instrucciones conscientes, como si fuera un pasajero y no el conductor del cuerpo que estaba a punto de abandonar. Los muertos que caminaban a su lado a través del bosque eran mucho más reales para él, en ese momento, que los vivos que dejó atrás en el castillo: Ron, Hermione, Ginny y todos los demás eran para él fantasmas, mientras caminaba como atontado hacia el final de su vida, hacia Voldemort...
Un golpe y un susurro: alguna otra criatura viviente se hab´ıa agitado muy cerca. Harry se detuvo bajo la Capa, atisbando a su alrededor, escuchando, sus padres, Lupin y Sirius se detuvieron también.
-Hay alguien ah´ı -sonó un áspero susurro muy, muy cerca -. Tiene una Capa de Invisibilidad. ¿No será...?
Dos figuras aparecieron desde detrás de un árbol cercano: sus varitas resplandecieron, y Harry vio a Yaxley y Dolohov escudri˜nando la oscuridad, directamente hacia el lugar en que estaban Harry, sus padres, Sirius y Lupin. Daba la impresión de que no pod´ıan ver nada.
-Seguro que o´ı algo -dijo Yaxley-. ¿Crees que habrá sido un animal?
-Ese grandullón de Hagrid guardaba un enorme montón de cosas raras en su casa -dijo Dolohov, echando un vistazo sobre su hombro.
Yaxley bajó la mirada hasta su reloj.
-Ya casi es el momento. Se ha cumplido la hora de Potter. Y no viene.
-Será mejor que volvamos -dijo Yaxley-. Nos enteraremos de cuál es ahora el plan.
Dolohov y él se volvieron y se adentraron más en el bosque. Harry les siguió, sabiendo que le guiar´ıan exactamente a donde él quer´ıa ir. Miró a un lado y a otro, y su madre le sonrió, y su padre asintió, dándole ánimos.
Hab´ıan avanzado durante sólo unos minutos cuando Harry vio luz frente a él, y Yaxley y Dolohov llegaron a un claro, que Harry reconoció como el lugar donde el monstruoso Aragog hab´ıa vivido en otra época. Aún quedaban restos de su gigantesca red, pero su enjambre de descendientes hab´ıa sido expulsado de all´ı por los mort´ıfagos, para que luchara por su causa.
Hab´ıa un fuego ardiendo en el medio del claro, y su luz parpadeante iluminaba una multitud de mort´ıfagos completamente silenciosos y vigilantes. Algunos de ellos aún llevaban máscara y capucha; otros mostraban sus caras. Dos gigantes estaban sentados CAPÍTULO 34. EL BOSQUE DE NUEVO
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alrededor del grupo, arrojando enormes sombras en la escena, de caras crueles y rugosas, como talladas bastamente en roca. Harry vio a Fenrir, merodeando, mordiéndose las largas u˜nas; el enorme y rubio Rowle estaba tocándose suavemente su labio, que sangraba.
Vio a Lucius Malfoy, que parec´ıa derrotado y aterrado, y a Narcissa, cuyos ojos estaban hundidos y llenos de aprensión.
Todos los ojos estaban fijos en Voldemort, que permanec´ıa de pie con su cabeza inclinada, y sus blancas manos dobladas sobre la Varita Más Antigua, frente a él. Podr´ıa haber estado rezando, o incluso contando silenciosamente, y a Harry, que aún estaba de pie al borde de la escena, le hizo pensar en un ni˜no que contaba mientras jugaba al escondite.
Detrás de su cabeza, aún agitándose en espirales, la gran serpiente Nagini flotaba en su brillante y encantada jaula, como un halo monstruoso.
Cuando Dolohov y Yaxley volvieron a unirse al c´ırculo, Voldemort alzó la vista.
-No hay rastro de él, mi Se˜nor -dijo Dolohov.
La expresión de Voldemort no cambió. Sus rojos ojos parecieron arder a la luz del fuego. Lentamente, movió la Varita Más Antigua entre sus largos dedos.
-Mi Se˜nor...
Era Bellatrix quien hab´ıa hablado: se sentó más cerca de Voldemort, despeinada, con algo de sangre en su cara pero sin ningún otro signo de haber sufrido da˜no alguno.