Harry se sentó, todav´ıa frotándose la cicatriz, ahora totalmente despierto. Intentó recordar qué hab´ıa visto exactamente en su sue˜no, pero todo lo que recordaba era un horizonte monta˜noso y la silueta de un peque˜no pueblo acunado en un profundo valle.
“Creo que está en el extranjero.”
“¿Quién, Gregorovitch?”
“Voldemort. Creo que está en algún lugar del extranjero, buscando a Gregorovitch.
No parec´ıa ningún lugar de Gran Breta˜na.”
“¿Crees que estás viendo en su mente de nuevo?”
Ron parec´ıa preocupado.
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CAPÍTULO 7. LA VOLUNTAD DE ALBUS DUMBLEDORE
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“Hazme un favor y no se lo digas a Hermione” dijo Harry. “No sé como espera que deje de ver cosas en sue˜nos...”
Levantó la mirada hacia la peque˜na jaula de Pidwidgeon, pensando... ¿Por qué el nombre ’Gregorovitch’le era familiar?
“Creo” dijo lentamente, “que tiene algo que ver con el Quidditch. Hay alguna conexión, pero no se me ocurre... no se me ocurre cual pueda ser.”
“¿Quidditch?” dijo Ron. “¿Seguro que no estás pensando en Gorgovitch?”
“¿Quién?”
“Dragomir Gorgovitch, Guardián, traspasado a los Chudley Cannons por un record hace dos a˜nos. El record que mantiene es el de dejar caer más Quaffle en una temporada.”
“No” dijo Harry. “Definitivamente no estoy pensando en Gorgovitch.”
“Yo intento no hacerlo tampoco” dijo Ron. “Bueno, feliz cumplea˜nos, por cierto.”
“Guau... ¡Tienes razón, lo olvidé! ¡Tengo diecisiete!”
Harry agarró la varita posada en mesita junto a su cama plegable, apuntó al desordenado escritorio donde hab´ıa dejado sus gafas, y dijo ’¡Accio Gafas! ’. Aunque estaban a solo unos cuarenta cent´ımetros de distancia, hab´ıa algo inmensamente satisfactorio en verlas zumbar hacia él, al menos hasta que le pincharon el ojo.
“Muy astuto” bufó Ron.
Celebrando el levantamiento de su Rastro, Harry envió las posesiones de Ron a volar por la habitación, provocando que Pigwidgeon despertara y aleteara excitadamente en su jaula. Harry intentó también atarse los cordones de las zapatillas con magia (el resultado fue un nudo que llevó varios minutos desatar a mano) y, solo por el puro placer de hacerlo, cambió el naranja de las túnicas del poster de Ron de los Chudley Cannons por azul brillante.
“Yo que tu me subir´ıa la cremallera con la mano” aconsejó Ron a Harry, resoplando cuando Harry lo hizo inmediatamente. “Aqu´ı está tu regalo. Desenvuélvelo aqu´ı, no es apto para los ojos de mi madre.”
“¿Un libro?” dijo Harry mientras tomaba el paquete rectángulo. “Un poco alejado de la tradición, ¿verdad?”
“Este no es un libro común” dijo Ron. “Es oro puro. Doce Formas Infalibles de Encantar a las Brujas. Explica todo lo que necesitas saber sobre las chicas. Si lo hubiera tenido el a˜no pasado habr´ıa sabido exactamente como librarme de Lavender y tú habr´ıas sabido como acabar con... Bueno, Fred y George me dieron una copia, y he aprendido mucho. Te sorprender´ıa, no es aburrido en absoluto además.”
Cuando llegaron a la cocina encontraron una pila de regalos esperando sobre la mesa.
Bill y Monsieur Delacour estaban terminando su desayuno, mientras la Se˜nora Weasley estaba de pie canturreando sobre la sartén.
“Arthur me dijo que te deseara felices diecisiete, Harry,” dijo la Se˜nora Weasley, sonriéndole. “Tuvo que irse a trabajar temprano, pero volverá para la cena. Ese de encima es nuestro regalo.”
Harry se sentó, tomó el paquete cuadrado que ella hab´ıa indicado, y lo desenvolvió.
Dentro hab´ıa un reloj muy parecido al que el Se˜nor y la Se˜nora Weasley hab´ıan regalado a Ron por su decimoséptimo cumplea˜nos; era de oro, con estrellas en vez de manecillas.
CAPÍTULO 7. LA VOLUNTAD DE ALBUS DUMBLEDORE
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“Es tradicional regalarle a un mago un reloj cuando llega a la mayor´ıa de edad” dijo la Se˜nora Weasley, observándole ansiosamente desde detrás de la cocina. “Me temo que este no es nuevo como el de Ron, en realidad era de mi hermano Fabián y él no es que fuera terriblemente cuidadoso con sus posesiones, está ara˜nado por detrás, pero...”
El resto de su discurso se perdió. Harry se hab´ıa levantado y la abrazaba. Intentó poner un montón de cosas nunca dichas en el abrazo y quizás ella las entrendió, porque le palmeó la mejilla torpemente cuando la soltó, después ondeó su varita de forma ligeramente aleatoria, causando la ca´ıda de un trozo de beacon de la sartén al suelo.
“¡Feliz cumplea˜nos, Harry!” dijo Hermione, apresurándose a entrar en la cocina y a˜nadiendo su propio regalo a la pila. “No es mucho, pero espero que te guste. ¿Qué le has regalado tú?” a˜nadió para Ron, que pareció no o´ırla.
“¡Vamos, venga, abre el de Hermione!” dijo Ron.