Le hab´ıa comprado un nuevo Chivatoscopio. Los otros paquetes conten´ıan una hoja de afeitar encantada de Bill y Fleur (“Ah, si, esto te hagá el afeitado más suave que hayas disfgutado nunca”, le aseguró Monsieur Delacour, “pero debes decigle clagamente lo que deseas... de otgo modo podg´ıas encontgagte con menos pelo del que quisiegas...”), chocolates de los Delacour, y una enorme caja de lo último en art´ıculos de ’Sortilegios Weasley’de Fred y George.
Harry, Ron y Hermione no se demoraron en la mesa, cuando la llegada de Madame Delacour, Fleur y Gabrielle dejó la cocina incómodamente atestada.
“Yo te guardo esto en el equipaje” dijo Hermione alegremente, quitándole los regalos de los brazos mientras los tres se dirig´ıan otra vez escaleras arriba. “Casi he acabado, solo estoy esperando a que el resto de vuestra ropa interior salga de la lavadora, Ron...”
La estampida de Ron fue interrumpida por una puerta que se abrió en el descansillo del primer piso.
“¿Harry, te importar´ıa venir un momento?”
Era Ginny. Ron se detuvo bruscamente, pero Hermione le cogió del codo y tiró de él escaleras arriba. Nervioso, Harry siguió a Ginny al interior de su habitación.
Nunca antes hab´ıa estado all´ı dentro. Era peque˜na, pero brillante. Hab´ıa un gran poster del grupo Las Brujas de Macbeth en una pared, y una foto de Gwenog Jones, Capitana del Equipo de Quiddith, solo de brujas, las Holyhead Harpies, en la otra. Un escritorio estaba colocado de cara a la ventana abierta, que daba al huerto donde una vez Ginny y él hab´ıan jugado un dos contra dos al Quidditch con Ron y Hermione, y que ahora estaba ocupado por una enorme y perlada carpa. La bandera dorada de lo alto estaba al nivel de la ventana de Ginny.
Ginny levantó la mirada hacia la cara de Harry, tomó un profundo aliento, y dijo.
“Felices diecisiete.”
“Si... gracias.”
Ella le miraba firmemente; él sin embargo, encontraba dif´ıcil devolverle la mirada, era como contemplar una luz brillante.
“Bonita vista” dijo débilmente, se˜nalando hacia la ventana.
Ella lo ignoró. No pod´ıa culparla.
“No se me ocurrió qué regalarte” dijo.
CAPÍTULO 7. LA VOLUNTAD DE ALBUS DUMBLEDORE
67
“No ten´ıas que regalarme nada.”
Ella hizo caso omiso de eso también.
“No sab´ıa que ser´ıa útil. Nada demasiado grande, porque si no, no podr´ıas llevarlo contigo.”
Se arriesgó a mirarla. No estaba llorando; esa era una de las cosas más maravillosas de Ginny, raramente lloraba. En ocasiones hab´ıa pensado que tener seis hermanos deb´ıa haberla endurecido.
Dio un paso hacia él.
“As´ı que después pensé, que me gustar´ıa que tuvieras algo para recordarme, ya sabes, por si conoces a alguna veela cuando estés por ah´ı haciendo lo que sea que vayas a hacer.”
“No creo que las oportunidades de ligar vayan a estar a la orden del d´ıa, para serte sincero.”
“Ah´ı es adonde quer´ıa llegar” susurró ella, y entonces le besó como nunca le hab´ıa besado antes, y Harry le estaba devolviendo el beso, y ese extasiado olvido fue mejor que el whisky de fuego; ella era la única cosa real en el mundo, Ginny, su sensación, la mano que ten´ıa en su espalda y la otra en su largo y oloroso pelo...
La puerta se abrió de golpe tras ellos y se separaron de un salto.
“Oh” dijo Ron mordazmente. “Lo siento.”
“¡Ron!” Hermione estaba justo tras él, ligeramente sin aliento. Se hizo un silencio tenso, y luego Ginny digo con una vocecita seria,
“Bueno, feliz cumplea˜nos de cualquier modo, Harry.”
Las orejas de Ron estaban de color escarlata; Hermione parec´ıa nerviosa. Harry deseó es-tamparles la puerta en la cara, pero daba la sensación de que una corriente fr´ıa hab´ıa entrado en la habitación cuando la puerta se abrió, y su brillante momento hab´ıa estalla-do como una burbuja de jabón. Todas las razones para terminar su relación con Ginny, para dejarla al margen, parec´ıan haberse colado en la habitación con Ron, y toda su feliz amnesia hab´ıa desaparecido.
Miró a Ginny, deseando decir algo, aunque dif´ıcilmente sab´ıa qué, pero ella le hab´ıa vuelto la espalda. Pensó que podr´ıa haber sucumbido, por una vez, a las lágrimas. No pod´ıa hacer nada por consolarla delante de Ron.
“Te veo luego” dijo, y siguió a los otros dos fuera del dormitorio.
Ron marchó escaleras abajo, a través de la todav´ıa atestada cocina y hasta el patio, y Harry le mantuvo el paso todo el camino, con Hermione trotando junto a ellos con aspecto un poco asustado.
Una vez alcanzaron la soledad del césped recién cortado, Ron se volvió hacia Harry.
“La dejaste. ¿Qué estás haciendo ahora, rondándola?”
“No la estoy rondando,” dijo Harry, cuando Hermione les alcanzaba.
“Ron...”
Pero Ron alzó una mano para silenciarla.
“Estaba realmente echa polvo cuando terminásteis...”
“También yo. Sabes por qué terminé con ella, y no fue porque que yo quisiera.”
CAPÍTULO 7. LA VOLUNTAD DE ALBUS DUMBLEDORE
68
“Si, pero ahora vas y la besas y va a hacerse ilusiones otra vez...”
“No es idiota, sabe que no puede ser, no espera que acabemos... que acabemos casándonos, o...”